EXPEDIENTES/ La transición inevitable

ABEL E. LUNA ESPINOSA. La humanidad, y los mexicanos formando parte de ella, hemos entrado en un gran proceso de transición en muchas actividades de nuestro quehacer cotidiano. Todo ello se aplica, prácticamente, a través de la impartición diaria de la educación en todos los niveles.

En el centro de los nuevos conocimientos ocupa un lugar destacado el conocimiento de nuevas pautas para el autoaprendizaje continuo, más allá de las aulas y de las reuniones a través de las computadoras o las llamadas «virtuales».

Desde el proceso integrado en el concepto globalización» y aplicado aceleradamente en el siglo pasado, en las instituciones educativas hemos entrado en el mundo de las nuevas nuevas herramientas del conocimiento a través por ejemplo del incremento de la educación a distancia, e inclusive a través de la impartición de clases y materias especializadas; por ejemplo, la mercadotecnia internacional, ahora que el mundo cada día más está interrelacionada en el área del comercio de bienes y servicios.

Quienes han entrado en esta actividad han encontrado una beta inmensa de recursos potenciales para el conocimiento y las relaciones con el extranjero. De esta manera las universidades con profesiones integradas a este rubro han tenido gran demanda porque no es el futuro sino el presente de la economía.

Baste comentar que la fabricación de automóviles se conjunta con la integración de componentes provenientes de varios países: el motor puede haberse fabricado en Corea o China y sus componentes eléctricos en nuestro país.

En ello las compañías elevan constantemente sus avances tecnológicos y para eso demandan la preparación humana constante empezando en las aulas.

De esta manera, por medio de una tableta electrónica o de una computadora portátil, quien tenga la capacitación para el acceso hacia las nuevas tecnologías, puede entrar a través del internet y comunicarse rápidamente hacia bases de datos o acervos documentales más allá de nuestras fronteras físicas.

Esta transición ha sido inevitable y ello ha conllevado la constante capacitación del magisterio en universidades y centros de actualización continua.

En ello, por ejemplo, el aprendizaje permanente de idiomas extranjeros es una de las bases para el acceso a los conocimientos que ocurren en otras latitudes de nuestro planeta y de aquí­ para allá, de regreso.

En entregas anteriores comentamos la importancia de la lectoescritura por parte de los estudiantes en el incremento de los conocimientos, algo totalmente básico, empezando por ejemplo con la capacidad de entrelazar los avances tecnológicos con su aplicación para fines prácticos, casi casi inmediatos y llevarlos a las fronteras del comercio internacional.

Aquel tema debatible consistente en la concentración de la demanda estudiantil en determinadas profesiones, como las licenciaturas en las áreas de derecho, comunicación o medicina, poco a poco ha trascendido hacia determinadas especializaciones dentro de ellas mismas,  transitando hacia la impartición de maestrías, especialidades y actualizaciones o diplomados totalmente actualizados.

En otro sentido, la percepción de nuestra realidad ha ido cambiando de manera impresionante porque a través de un teléfono celular podemos comunicarnos e interactuar con otras personas a distancias muy grandes. Por cierto, eso ya no es ninguna novedad para los pequeños alumnos de los niveles elementales, puesto que sin dudarlo todos hemos visto la facilidad con que usan estos medios de comunicación. Generalmente junto a un investigador veremos una computadora portátil para su uso cotidiano.

A los cambios, muchas veces dramáticos, que nos ha dejado la pandemia podemos agregar -positivamente- que nos ha llevado hacia nuevas etapas del conocimiento.

Los adultos mayores, en otro escenario, han aprendido cada vez más los mecanismos para la utilización de celulares o computadoras portátiles, pero sin dejar de lado, digamos, la lectura de los libros en papel, fí­sicos.

Un poco más adelante, podemos mencionaron también que la percepción del tiempo nos ha llevado en los últimos meses hacia la valoración de qué nos sirve de los conocimientos obtenidos en las aulas, en las escuelas, de los amplios conocimientos culturales, y que podemos estudiar para la obtención de mayores satisfacciones económicas  y personales.

Entonces, la percepción personal y colectiva del «aprovechamiento del tiempo» ha variado en los últimos meses y para muchos ha sido realmente caótica el conocimiento de estos cambios al grado de un tsunami, por ejemplo.

A la apariencia del caos que en un momento nos lleva la vorágine de la pandemia, ahora se van abriendo ventanas de oportunidades en diversas áreas de los conocimientos porque el reconocimiento y localización de esas alternativas a nivel personal, escolar y social podrá llevarnos, sin la menor duda, para haber sacado provecho de lo que algunos llaman «nueva realidad»

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