EPISTOLARIO/ Para reflexionar 

ARMANDO ROJAS ARÉVALO. LUPITA: A este presidente que tenemos no se le entiende. La verdad. En sus “mañaneras” con frecuencia le reclama al gobierno de BIDEN que se meta en asuntos de nuestro país, y ayer le reclamó el “desdén” de Estados Unidos a la región. Parece bagre de pantano, resbaloso. Ni por dónde agarrarlo.

Primero le echa de “cacayacas”, ahora le reclama “indiferencia”. “Estamos en un punto de inflexión, lo que hagamos en los próximos años va a cambiar como luce el mundo en la próxima década”, le dijo BIDEN, en la X Reunión Cumbre de América del Norte, que se llevó a cabo en Palacio Nacional, y en la cual, por cierto, brilló por su ausencia el Fiscal ALEJANDRO GERTZ MANERO, a pesar de que su homólogo estadounidense estuvo en el evento para tratar asuntos del crimen organizado.

El punto de inflexión al que se refiere BIDEN, es la etapa que estamos viviendo, de cambios violentos, bruscos y contradictorios en la geopolítica mundial. Tiempos de cambios que van de un extremo a otro. Por ejemplo, gobiernos de “izquierda” como el de Perú con CASTILLO, intentó un autogolpe y ahora está en la cárcel; Brasil donde los derechistas de BOLSONARO, trataron de darle un golpe de estado a LULA DA SILVA. O la revuelta de la célula de OVIDIO SALAZAR, a la que poco le faltó para convertirse en rebelión política, aunque los fondos hayan sido ésos, justamente. Ésta una “llamada de atención” que debe movernos a la reflexión.

Estamos regresando a épocas pasadas. Entre 1960 y 1970 ocurrieron muchos golpes de Estado y dictaduras de derecha e izquierda en América Latina. Los golpes eran dados por el generalato por un proceso de militarización que utilizó el atentado contra las democracias como forma de tomar el poder e imponer el terrorismo de Estado.

Originalmente, los golpes de Estado (entiéndase éstos como el reemplazo de las autoridades elegidas democráticamente, por un gobierno autoproclamado mediante el uso de la fuerza) fueron provocados o patrocinados por los Estados Unidos, pero ahora los populistas disfrazados de izquierdistas (CHAVEZ, en Venezuela); ORTEGA, quien de líder guerrillero en Nicaragua encabezó la lucha contra el dictador SOMOZA y se convirtió en enemigo de la democracia, son los que se han hecho del poder y no lo sueltan. Ahí tenemos, también, a los derechistas disfrazados de vanguardistas, que también persiguen perpetuarse en el poder.

Los gobiernos dictatoriales se construyeron en torno de la figura de una persona, o sobre la base de una familia y un núcleo de amigos políticos que favorecieron el enriquecimiento de unos pocos grupos sociales. En algún momento convocaron a elecciones, pero éstas fueron una farsa porque permitían a los dictadores hacerse elegir por la población, mediante el fraude y la represión de los opositores.

Caso concreto fue el de ALFREDO STROESNER, quien llegó al poder por un golpe en el Paraguay y renovó su mandato en elecciones muchas veces cuestionadas. Su extenso gobierno sólo es superado por el de FIDEL CASTRO, quien gobernó Cuba hasta 2006 con un sistema de partido único, tras derrocar a otro dictador, FULGENCIO BATISTA.

En Chile, el general AUGUSTO PINOCHET, quien desplazó a ALLENDE con un cruento golpe de Estado, suspendió todos los mecanismos democráticos. En Panamá, MANUEL NORIEGA. Otra variante fue la de las dinastías familiares, como los SOMOZA en Nicaragua o los DUVALIER en Haití.

Muchos golpes de estado toman de pretexto la Doctrina de la Seguridad Nacional, que pretendía salvaguardar el subcontinente de la «amenaza comunista». Muchos de los oficiales habían aprendido sus tácticas en la Escuela de las Américas con sede en Panamá; los militares suprimieron todo tipo de derechos y garantías.

Ahora es distinto. Los de la derecha quieren mantener el poder a como dé lugar, incluso acudiendo a la vía violenta (Brasil), y los de la izquierda, tachados de comunistas, quieren lo mismo (Perú, Bolivia).

De izquierda o de derecha, los golpes de estado crean una realidad socioeconómica de atraso, pobreza, miseria, analfabetismo y semi-analfabetismo. Sus regímenes políticos son «de jure» pero no democráticos, aunque recurran a las elecciones donde el partido único es el que siempre “gana”.

Estos son algunos golpes de estado en América:

República Dominicana 1930: Rafael Leónidas Trujillo derrocó a Horacio Vázquez y se convirtió en el «hombre fuerte» del país durante 30 años.

Guatemala 1954: La nacionalización de plantaciones de la United Fruit fue la excusa para el golpe de Estado contra Jacobo Arbenz Guzmán.

Paraguay 1954: Alfredo Stroessner derrocó al presidente Federico Chávez. Encabezó una dictadura que duraría 35 años.

Ecuador 1963: Una junta militar derrocó al gobierno de Carlos Arosemena Monroy, ideológicamente cercano a la Revolución Cubana.

Brasil 1964: Tras las políticas reformistas del presidente Joao Goulart en el agro, la salud y la educación, los militares dieron un golpe.

Perú 1968: Juan Velazco Alvarado lideró la junta que derrocó a Belaúnde Terry. Los militares gobernaron hasta 1975.

Chile 1973: Augusto Pinochet, jefe del Ejército, derrocó a Salvador Allende, quien proponía la Vía Chilena al Socialismo.

Argentina 1976: Una junta militar derrocó a María Estela Martínez de Perón, en medio de un clima de gran violencia política.

Bolivia 1980: Luis García Mesa derrocó a Lidia Gueiler Tejada y evitó que Hernán Siles Suazo asumiera la presidencia.

Panamá 1983: Manuel Antonio Noriega fue el «hombre fuerte» del país hasta 1989. Entonces, fue llevado preso a Estados Unidos.

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