EL OTRO DATO/ Se respeta la Constitución o nos carga la chingada

JUAN CHÁVEZ. Ya es tiempo de hablar claro y muy a la mexicana.

Se celebró el domingo en Querétaro el 106 aniversario de la Constitución, y de tajo, sin miramientos, se escucharon las voces de reprobación al presidente que pisotea la Carta Magna, con su política de “mandar al diablo las instituciones”.

La presidenta de la Corte, Norma Lucía Peña exigió independencia judicial y el presidente de la Cámara de Diputados demandó rectificar el “Plan B” electoral para evitar repetir los “errores del pasado”.

Más explícito y claro fue el gobernador anfitrión Mauricio Kuri que habló del momento histórico de hace más de un siglo y advirtió del clima imperante en ese entonces y la necesidad de llegar a ciertos consensos básicos. Es una lección que no debe repetirse porque “cuando la política falla, la violencia estalla”.

Y sobre advertencia, no hay engaño. Hay que decirlo… porque nos está cargando la china Hilaria.

La Constitución es el texto más citado y menos respetado de nuestro país. Todos los funcionarios públicos toman posesión protestando guardar y hacer guardar la Constitución, cumplirla y hacer que se cumpla, y al final todo acaba siendo un poco “como sí, pero no tanto”.

López Obrador tiene el descaro de decir “a mí no me vengan con que la ley es la ley”

La Constitución es algo más que la ley de leyes; es lo que nos constituye como nación.

La pregunta es qué nos constituye, más allá de un conjunto de artículos en la Carta Magna, cada día más largos y complejos; qué nos hace ser lo que somos.

El régimen post revolucionario, el mismo que logró la Constitución de 1917 que ayer celebramos, hizo un gran esfuerzo por construir una identidad nacional a partir de elementos culturales y de una sobre simplificación de la historia.

Lo que nos constituye como nación no son, pues, las letras escritas y por escribir, los derechos establecidos o por establecer en la Constitución, sino la certeza de un país inacabado y la voluntad de existir como nación, cualquier cosa que eso signifique hoy, en una década o en un siglo.

Juan Ignacio Zavala, hermano de la excandidata presidencial, escribió que desgraciadamente tocó el turno al primer orate de la nación que salió con el mismo rollo de siempre del neoliberalismo, su dizque humanismo mexicano -que no ha podido definir- y habló del México “fraterno de nuestros días”.

Ni la burla perdona. Si algo priva en nuestros días es el odio y el encono que él siembra todos los días, añadió.

Total que, como todo aniversario, algunos la pasaron bien, y otros mal.

Lo cierto es que nuestra maltrecha Carta Magna ya no ha de querer ni las mañanitas ni las mañaneras; simplemente que dejen de hablar en su nombre.

El evento puso de relieve las diferencias que dividen al país, la alejada relación entre los poderes de la Unión y la necesidad urgente de una reconciliación nacional antes del 2024 que por ser de elección presidencial puede arrastrar al país a una revuelta.

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