BOTELLA AL MAR/ No es lo mismo

MARTHA CANSECO GONZÁLEZ (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). En este sistema hegemónico que padecemos desde hace siglos, no es lo mismo que haga lo mismo una mujer que un hombre. Tiene distinto valor, aprecio, propósito y corre distinta suerte.

A ellos, todo el sistema les apoya, no estoy diciendo que no haya hombres que con grandes esfuerzos llegan a ocupar puestos políticos, o que se convierten en grandes empresarios, deportistas, o lo que se les ocurra, pero les cuesta menos trabajo. Lo que estoy diciendo es que a las mujeres se les exige el doble o triple y no necesariamente cuentan con el apoyo ni de su entorno, ni de la sociedad o la cultura.

Y cuando los hombres se apropian de una actividad eminentemente femenina o considerada femenina, la transforman, generalmente no para bien porque la impregnan de esta filosofía neoliberal y patriarcal de “todo para mí, nada para las y los demás”.

Es el caso, por ejemplo, de las cocineras y los chefs. A las mujeres se les convence de que las labores de cuidado y bienestar, las hacen por amor a las y los demás sin pedir nada a cambio.

Son las mujeres las que ancestralmente han cocinado para alimentar y agradar a sus familias y amistades. Sigue siendo así, ellas continúan siendo cocineras, ellos ahora son chefs, viajan por el mundo, ganan millones de dólares, tienen programas de televisión, son adorados.

Y han transformado la gastronomía, porque a ellos se les permite experimentar, cambiar y transformar los ingredientes originales, mientras a ellas se les exige conservar las recetas tradicionales para poderlas transmitir de generación en generación.

En muchas de las entrevistas que he visto de chefs, señalan que ha sido una mujer quien les ha enseñado a cocinar, pero son ellos quienes usufructúan esta actividad.

Y todo esto que les platico viene a colación ante el anuncio del famosísimo y carísimo restaurante Noma de Copenhague de que cierra sus puertas entre acusaciones de explotación laboral y ante lo evidente, la crisis económica que está viviendo.

La crítica culinaria de The New York Times, Tejai Rao, la explica mejor: “Desde que leí este mes que Noma dejará de ser un restaurante de tiempo completo para convertirse en una especie de laboratorio de alimentos y negocio emergente, no he pensado tanto en el chef René Redzepi como en Namrata Hegde, una cocinera que trabajó haciendo escarabajos de fruta durante tres meses sin recibir sueldo”.

Hedge, tenía prohibido sonreír al presentar su excepcional platillo.

Rao, se pregunta si éste es el fin de la alta gastronomía y señala: “Lo que parece diferente esta vez, es que ahora hay un cambio cultural sísmico en nuestra tolerancia hacia la idea de los cocineros súper estrellas que hacen sufrir a sus colaboradores por su arte”. En The Atlantic, continua la periodista, “el chef Rob Anderson escribió que el tipo de gastronomía de alta gama que ejemplifica Noma es abusivo, falso y poco ético”.

Y es que no hay cuerpo que aguante ni bolsillo tampoco, mientras la tendencia de estos grandes restaurantes siga siendo la de ofrecer platillos cada vez más exóticos, con ingredientes imposibles y a costa de abusar de chefs recién egresados o pasantes de gastronomía, continuará la explotación y sobre todo se convertirán en espacios elitistas sólo para aquellos que los puedan pagar.

Hace poco más de un año estuve en una degustación gastronómica en el Valle del Mezquital, me sirvieron un molote de masa con salsa roja, que dizque sobre un asteroide, para mí era una piedra común y corriente. Por supuesto mis amigas me preguntaron que a qué sabía, eso era lo importante. Pues a molote de masa con salsa roja común y corriente que un charlatán me vendió.

Por eso creo que, en esta actividad, sea doméstica o del llamado alto estándar, y que es vital para la sobrevivencia, lo mejor es que no haya explotación de ningún tipo, ni de la mujer que la prepara amorosamente para su familia, ni del que busca adquirir experiencia laboral y mucho menos del comensal de paladar aventurero.

En el caso del abuso que se da en el ámbito doméstico, es urgente una nueva cultura de los cuidados y la cooperación, en este rubro tienen mucho que hacer y cambiar los hombres. Hay que colaborar en las labores del hogar, para evitar más explotación hacia las mujeres, sobre todo de aquellas que tienen doble o triple jornada.

En el ámbito comercial, las autoridades dedicadas a supervisar las condiciones laborales, han de estar más atentas a fin de evitar la esclavitud en el trabajo y también el abuso sexual que se da hacia las empleadas.

Lograr relaciones más justas, equitativas y sanas en los dos lugares es fundamental para lograr una verdadera igualdad sustantiva.

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