“Aunque Gabriel García Márquez escribía puras fantasías, es una delicia leerlo” dice Carlos Ferreyra C (II/III)

Edmundo Cazarez C./Candelero (www.candelero.com.mx)

Ciudad de México, 11 de abril (entresemana.mx). “Caminante no hay camino, se hace camino al andar…”, reza una de las estrofas de la popular canción “Caminante no hay camino”, de la autoría de Joan Manuel Serrat, y que, tal parece, queda a la perfección para iniciar esta segunda parte de la interesante y hasta divertida entrevista exclusiva que hizo el honor de concederme el periodista Carlos Ferreyra Carrasco, en donde narra un sinfín de amenas y graciosas anécdotas.

Conversar con él, por espacio de casi cinco horas, debido a que tenía que hablarle muy despacio y repetirle las preguntas y hacer pausas, debido a la triste pérdida del oído.

Esta charla estuvo impregnada con algo de magia, por decirlo de alguna manera, es decir, se revitalizó notablemente y su estado de ánimo durante el desarrollo de la misma fue aumentando minuto a minuto, muy a pesar de su muy lamentable y crítico estado de salud, pero sacó fuerzas desde lo más profundo de su corazón.

A lo mero macho, me llenaba de gusto y emoción verlo sonreír y que se olvidara de todo tipo de preocupaciones que lo tenían sumergido en una alarmante depresión.

Mi entrevistado, aunque insistía, una y otra vez, que muy pronto emprenderá un viaje sin retorno, debo reconocer que posee una memoria privilegiada y una exquisita forma de contar las cosas que atrapa y hasta seduce sin llegar al cansancio, al contrario, como su interlocutor, mi deseo era saber más y más.
Hasta se daba el lujo de gastarme bromas y a mi hijo, que me hizo el favor de acompañarme a la realización de esta inolvidable charla entre amigos.
Me platicaba que, a los 16 años, ya estando en la Ciudad de México, proveniente de su natal Morelia, siendo un puberto, a manera de bienvenida a la capital del país, a un primo se le “ocurrió” llevarlo para que “lo desquintaran”, unas trabajadoras sexuales, a “la calle chueca”, a unas cuantas cuadras del populoso barrio de La Merced, experiencia que jamás habrá de olvidar.
Asimismo, recuerda que, siendo casi un niño, se convirtió en un verdadero adicto al cine, sin dejar de recalcar que, en ese tiempo, las películas eran en blanco y negro. Con cierta nostalgia, acepta que su ídolo era El Llanero Solitario y confiesa no recordar el nombre de los protagonistas de la cinta “El Diablo dijo no”, la cual, lo convirtió en un cinéfilo empedernido, pero, aclara, que su verdadera pasión ha sido leer y subraya que, aunque Gabriel García Márquez siempre escribía puras fantasías…. ¡es una delicia leerlo!!
Admite ser un Contador Público fracasado, dado que era una de sus metas a seguir cuando emigró de la ciudad de las canteras rosas, Morelia. Sin embargo, apunta que pudo conseguir un empleo como empleado bancario, primero, en el desaparecido Banco Internacional y luego en Bancomer, con esfuerzo y empeño, llegó a ser subgerente.
Por último, con enorme satisfacción, relata cómo fue que pudo ser secretario particular del entonces poderoso empresario Gustavo Alatriste, de quien aprendió muchísimo.
-Después de tu paso por H. Steell y Cía., ¿Qué viene para ti?
-Después de estar metiendo facturas a miles y miles de sobres, me pasaron al archivo, y estando ahí, fue cuando me empecé aficionar a leer periódicos porque ya tenía todo el tiempo del mundo, además, ya no estaba a la vista de los supervisores como sucedía en el departamento de facturas.
-Bueno, no hay mal que dure cien años…
-¡Exacto!!. A mis 16 años de edad, en el archivo, era muy raro que alguien fuera a recoger algún expediente y me daba tiempo para leer un periódico y hasta una novela.
-¿Estando ahí, cuál era tu meta?
-Juntar dinero para comprarme mi primer coche, obviamente, mi padre estaba totalmente en contra de que me comprara un coche.
-En ese entonces no había Metro, solo tranvías…. ¿Cómo diablos le hacías para transportarte tan temprano?
-Tenía un buen amigo y vecino, entre los dos, acordamos comprarnos una motocicleta y sin decir nada en casa, pero resulta que el pinche cura de mi barrio, fue de chismoso con mis papás…
-No fuiste a reclamarle por qué se metía en lo que no debía?
-Cuando fui a reclamarle, simplemente me dijo que no quería que me matara en la moto y que no deseaba sentirse responsable, por eso fue a poner alertas a mis padres. Así es que seguí juntando dinero para mi coche.
-¿Eras muy perro con las chicas?
-No, fíjate que no. No fui nada noviero, lo que pasaba, es que en el antiguo rastro no había necesidad de novia porque las chamacas eran muy libertinas…
-Se invertían los papeles… ¿tú eras quien corría peligro?
-¡Aunque usted no lo crea!! Ja, ja, ja. Salía de mi casa equipado con mi calzón de castidad.
-Una, no es ninguna…
-Pero para esto, debo decirte que nunca me empaté con ninguna de ellas.
-¿Una súbita pérdida de la inocencia?
-¡Uff!!, ya no me acuerdo. Fíjate que curioso, pero en mi memoria no encuentro ese registro de mi “primera vez” Y no lo encuentro, porque no me parecía nada importante ni significativo para seguir creciendo. Es más, el día que llegamos a la Ciudad de México, procedentes de Morelia, un primo con sus amigos, decidió llevarnos a que nos “desquintaran”, decía él.
-¿Fuiste a parar a un tugurio de mala muerte?
-No, tampoco fue un pasaje de Las Batallas en el Desierto, el extraordinario libro de José Emilio Pacheco, sino que nos llevó a “la calle chueca” o al “órgano”, como también se le conocía a la calle de República de Panamá, en pleno Centro Histórico. Tenía tres nombres ese lugar destinado a…
-¿Pero qué sucedió….?
-¡Espérate!!, A lo mero macho, no seas tan desesperado. Lo único que recuerdo, es que las trabajadoras sexuales cobraban dos pesos…
-Pero tú, eras un adolescente imberbe recién desempacadito de Michoacán…
-Cuando me tocó mi turno de entrar con una de esas señoras, mis ojos estaban llenos de lágrimas… ¡terriblemente asustado!!
-¿Te pusiste a llorar?
-¡Era casi un niño!! A la señora que me “atendía”, creo que le inspiré mucha ternura. Me abrazó y me daba confianza. Me acariciaba el cabello y la cara. Me decía una y otra vez, que no llorara. Me sentó a la orilla de la cama y me dijo que no me preocupara porque no íbamos hacer absolutamente nada. “Pero vamos a dejar que, ellos, crean que lo estamos haciendo”
-Qué situación tan traumática para casi un niño…
-¡Tenía 13 años!! En fin, pasaron como media hora o quizás un poco más, en eso, sale la señora de aquel horrible cuartucho y les dice a quienes se suponía que eran mis amigos: “Oigan, ¡no sean cabrones!! ¿Cómo es posible que me hayan traído a este chamaco?… ¡Qué barbaridad!! Es un verdadero semental y viene muy bravo. ¡No quiero que me lo vuelvan a traer!! Que quede bien claro, si me lo vuelven a traer, me van a pagar el doble.
-Vaya, un buen gesto de esa persona…
-En efecto, no pasó absolutamente nada.
-Dicen que siempre hay un Ángel detrás de nosotros…
-Recuerdo que me dio tal ternura esa señora, que estoy completamente convencido, y, a lo mejor, me quiero demasiado, de que nunca pude pagarle nada a nadie por un servicio de esa índole…
-A lo mero macho, ¿ni estando rebasado por los tragos del alcohol?
-No mi querido Mundo… ¡Nunca!! Me parecía algo execrable. Una cosa horrible y degradante para la mujer. Me sentía muy mal con eso.
-¿De verdad, no sabes lo que es el amor mercenario?
-No, y aunque lo dudes.
-¿Y qué me dices del libro “Memorias de mis putas tristes” de Gabriel García Márquez?
-No Mundo, mundial. García Márquez escribía puras fantasías, pero resultaba delicioso leerlo.
-¿Tuviste trato con él?
-¡Claro que sí!! Lo conocí cuando, él, era director general de la revista Sucesos, además, el gran Gabo hizo una serie que alguien debe rescatar, que es la historia de Fray Escoba. Estuvo más de un año escribiendo sobre Fray Escoba.
-Vaya que es rete difícil escribir…
-Supongo que se aventaba un texto por mes.
-Ya estando en la Ciudad de México, ¿la secundaria se quedaba en el baúl de los recuerdos?
-No cabe duda que no te cansas de preguntar, por eso me caes tan bien. Te metes hasta la cocina….
-Déjate de cosas y mejor respóndeme lo sucedido en la Secundaria…
-A decir verdad, la Secundaria ya no la recuerdo…
-No me digas eso… A lo mero macho, ¿no la recuerdas o no la quieres recordar?
-No es eso. Ya te dije que estuve en la Secundaria David G Berlanga de Morelia, pero no recuerdo nada trascendente
-¿Y la Prepa?
-Estuve en la Escuela Bancaria y Comercial, en donde se suponía tendría que hacer la Prepa y empezaría la carrera de Contador Público… ¡pero no!!
-¿Y por qué no?
-Porque sería un destino muy pasivo para mí…
-Pero en lo que me has contado, llevabas una vida muy pasiva…
-Pues sí, tienes mucha razón. Siempre he sido muy pasivo y en muchos sentidos.
-¿Te ibas de pinta con los cuates?
-Ahí sí, para que veas… ¡Oye chamaco!!, -refiriéndose a mi hijo que me acompañaba, pero no lo ubicaba en el lugar en dónde estaba sentado- “En tu casa, ¿tu papá también es así de preguntón?”
-No lo tomes a mal, pero mi hijo sabe perfectamente que no interviene en el desarrollo de las entrevistas. Mejor dime ¿qué películas ibas a ver…?
-Ja, ja, ja… ¡No la amueles!! No te conviertas en un tirano para él…
-¿…A qué cine acostumbrabas ir?
-Me acuerdo que iba a ver películas que ya ni siquiera existen en la mente de la gente, por ejemplo, “El Diablo dijo no”, una comedieta de un señor convertido en un conquistador que andaba regando amoríos por doquiera, pero cuando del cielo le dicen que se tenía que irse al infierno por la conducta infiel que llevaba, en eso, el diablo lo escucha y dice… ¡Ni madres, aquí no lo quiero!! Porque había hecho muy infeliz a muchas mujeres.
-Vaya, vaya…
-Otra de las películas que se quedaron en mi mente, fue una del tipo futurista, en la que se veían cosas que hoy vivimos tan normales. Pero te estoy hablando cuando las películas ni siquiera eran a todo color, además, la pantalla era un pedazo de tela pegada a la pared, pero esa misma pantalla, era la encargada de dar a conocer programas de televisión de los Estados Unidos y que la podías ver fuera de tu casa.
-Qué tiempos aquellos…
-Pues sí, aunque tu eres muchísimo más joven que yo. Pero cómo olvidar aquel histórico reloj que portaba Dick Tracy, una muy famosa tira cómica de la Prensa estadounidense que fue llevada a la pantalla, protagonizada por un personaje que luchaba en contra del crimen, bueno, pues ese reloj, no era otra cosa que un celular de hoy o un smarth watch.
-¿Desde cuándo te convertiste en adicto al cine?
-Uyy, desde que estaba en la Primaria. Me iba a las matinées del templo de San Agustín, allá en Morelia y veíamos unas series del Llanero Solitario y la de un zoquete que siempre andaba en el espacio… -Se queda pensativo. Lo noto un poco cansado. De inmediato, la persona que lo asiste, le pregunta si desea terminar con la entrevista y dice que no, solamente pide un poco de agua- “Perdón, tengo un poquito de sed y ya ves que tengo que hacer pausas, pero no como las que hace YSQ, sino es por mi padecimiento”
-A lo mero macho, ¿deseas que termine la entrevista y regreso otro día?
-¡Nooo!! No te preocupes, no tienes idea lo bien que me haces sentir platicando todo esto contigo. Muchas, pero muchas gracias. Aunque no me lo creas, tu visita me ha revitalizado, lograste sacarme del cuadro del dolor. ¿En qué nos quedamos?
-Me hablabas de las matinées del templo de San Agustín en Morelia y del zoquete que andaba en el espacio…
-Ah sí, creo que era el personaje de la serie Flash Gordon… Pero había otras series que me gustaban…
-¿…Kalimán?
-No Mundo, Kalimán fue en los años 70`s. ¡Ya me acordé!!, era Tarzán. Que te quede bien claro, eran puras películas en blanco y negro. Pero lo que te estoy mencionando, no eran películas corridas sino series o programas “unitarios” como le llaman “pomposamente” los señores de la mercadotecnia. Cada una de esas series las integraban seis o doce capítulos. Por cierto, me acuerdo que en una de Tarzán, se armó una escandalera verdaderamente monstruosa, porque sucedió que, junto al proyeccionista, se le ocurrió llevarse como asistente a un imberbe seminarista con un cartoncito y cuando se aproximaba una escena considerada como “escabrosa”, digamos que los protagonistas se iban a besar, el asistente tenia que poner el cartoncito…
-¿El clásico “cácaro?
-Más o menos, me acuerdo que chiflábamos y todo, pero un día, no sé si el seminarista se hizo “guey”…
-¿Aparecieron Tarzán o Jane, totalmente desnudos?
-Estaba Tarzán buceando con Jane y en uno de los jalones que le propina Tarzán a Jane, se le vieron las “bubis”. No sabes, un alarido general.
-¿Una censura total?
-Apagaron el proyector, nos sacan a todos del cuarto en donde estábamos viendo la serie…
-¿Qué hicieron todos los asistentes…?
-Solo te digo que había líneas y líneas de masturbaciones. Algo horripilante para el pobre seminarista…
-¿Hubo represalias…?
-Supongo que lo mandaron directo y sin escalas al infierno.
-Volviendo a tu etapa de adolescente en la Ciudad de México, ¿Qué ambicionabas ser de grande?
-No tenía ni idea.
-¿Ya querías ser periodista?
-No, la verdad es que no. Solamente escribía uno que otro cuentecillo y lo rompía. Luego, escribía otro y lo volvía a romper. Eran como prácticas de escritura y hasta me permitía decir cosas…
-¿Qué nadie iba a leer?
-Me quitaste la palabra de la boca, en efecto, cosas que nadie iba a leer.
-¿Un conflicto vocacional?
-Ya te dije que, primero, pensé en ser Contador Público.
-Ya no me dijiste ¿Qué sucedió después de tu estancia en H. Steell y Cía.?
-Luego ingresé al rollo de los Bancos, en donde me desempeñe como jefe del grupo de Relaciones Públicas en el desaparecido Banco Internacional y llegue a ocupar el cargo de Subgerente de la Sucursal 7 que estaba ubicada en Mariano Escobedo y Lago Alberto.
-¿Quién te recomendó para entrar al Banco Internacional?
-Es que antes, había estado en Banco de Comercio -Bancomer-, en donde, no sé ni cómo demonios le hice, pero de pronto, me vi como el responsable de la máquina de contabilidad de billetes, unas maquinotas gigantescas, en donde se requería mucha destreza.
-¿No te daba rabia ver pasar por tus manos tantos billetes y ninguno era tuyo?
-No. ¡Ratero nunca he sido!!
-Disculpa, pero yo no dije eso y ni siquiera lo intuí…
-¡Aja!! Mira niño, ve a tu papá cómo saca la casta. -se dirige a mi hijo que permanece atento a la entrevista-
-Bueno, ¿te iba mucho mejor en cuanto a ingresos?
-Si, me iba bien, pero el ámbito bancario está lleno de elitismo, y los de abajo… ¡son simples gatos!!
-¿Simples empleados?
-Pues ni eso. No eran ni siquiera empleados. Gatos y gatas bancarias. Hasta la fecha, se les tiene muy poco respeto. En el Banco Internacional, como ya llegué con un cierto nivel jerárquico, me dio por corregir algunas estupideces que yo veía.
-¿Cómo cuáles?
-Mandan a un señor que hiciera la recolección de los depósitos, el tipo tenía que pasar por la calle 45 Norte, en la Vallejo, entonces no había tantas fábricas, lo que sí existían, eran unos pastizales monstruosos. Bueno, resulta que el tipo se pierde dos días y la policía buscándolo. De pronto, alguien dice haber descubierto un coche semi enterrado. Vamos y estaba en medio del pastizal, encontramos al pobre señor con vida, amarrado de pies y manos, la boca cubierta con trapos y con una cara de terror. Creo que se hizo del baño como veinte veces encima. Lo rescatamos y lo llevamos al Banco, pero al llegar al Banco, de inmediato lo detiene la policía y se lo llevan consignado.
-Uff, antes lo dejaron con vida…
-Al pobre hombre lo echaron a la calle del Banco y sin ninguna de sus prestaciones como era el ahorro personal, le decomisaron su sueldo, dejando en el desamparo total a su esposa e hijos, y todo, para que el pinche Banco conservara su “prestigio” de que cuidaba el dinero de los cuentahabientes.
-¿Esa fue una de las “reformas” que pusiste en marcha al llegar a Bancomer?
-Es que, eso, no estaba bien y decidí corregir las rutas de recolección, así es que puse a un policía en cada vehículo recolector, pero sin pistola.
-¿Un policía sin arma?
-Es que tampoco me iba arriesgar que le metieran un balazo. Total, diseñé las rutas de tal manera que siempre circulaban por lugares abiertos y circulantes, en donde, si es que llegaran a asaltarlos, la gente se iba a percatarse de ello.
-¿Las cajeras y cajeros de ventanillas, una bomba de tiempo?
-Ese es otro grave problema, como bien lo dices. Resulta que llegaban clientes a las ventanillas que les llevaban hasta de comer, tacos grasosos o tortas, así es que despachaban con las manos todas grasosas, y eso, tampoco podía ser posible. No podían estar comiendo mientras trabajaban y que porquería de dinero le entregaban a la gente. Prohibí estrictamente todo eso.
-Ya me imagino, se te fueron encima…
-Una rebelión total de cajeras y cajeros contra mí, peeero, eso tuvo una virtud. Resulta que las cajeras, frecuentemente, perdían dinero…
-¿Robos hormiga?
-¡Exacto!!, quién demonios las iban a robar sino alguien que ellas y ellos mismos confiaban. ¡Eso fue lo que sucedió!! De pronto y gracias a mis cuidados y prevenciones, dejaron de haber faltantes. Pero además, si a una cajera le faltaba dinero, no había problema porque se los descontaban por quincenas.
-¿Y si les sobraba dinero?
-Ese dinero era de algún cliente, ese dinero iba para el Banco. Me parecía verdaderamente injusto, criminal y abusivo. Todo eso se corrigió.
-Lo que no entiendo. ¿Cómo te relacionas con los periódicos, si eras un ejecutivo bancario…?
-¡Esa es una muy buena pregunta!! Bueno, pues ahí te va. Estando en el Banco, me tocaba atender algunos periodistas y uno de ellos, era Federico de León y otro más que no recuerdo su nombre, pero me asombraba verlos llegar al Banco con un buen montón de cheques de la SEP, y a nombre de 30 maestros distintos, todos, pero tooodos… ¡eran para ellos!!
-¿Auténticos Chayos?
-En efecto, eran sus chayos y se los daban en cheques del magisterio. Platicando con estos señores “periodistas”, yo no daba crédito que lo fueran si estaban a nivel de un verdadero retraso mental…¡Por Dios!!
-La corrupción siempre ha existido y existirá…
-No puede ser.
-No me digas, ¿ahí fue que te cayó el veinte en ser periodista…?
-Si mi querido sicólogo encubierto, fue el momento en que decidí en ser periodista y lo consulté con Magdalena.
-¿Ya estabas casado?
-Si, era mi primer año de bodas.
-¿A qué edad te casaste?
-A los 25 y ella tenía 19 años. Ya era legal y podíamos contraer legítimo matrimonio… Ja, ja, ja. Mundo, de verdad, muchas gracias, mira me estás haciendo reír y recordar tantas cosas. Bueno, te decía que consulté con Magda que ahora quería ser periodista…
-Como el “mil chambitas”, de la película de Pedro Infante… ¿Ya vine vieja… ya me voy vieja?
-Pero le deje muy en claro que no tenía la mínima idea de cómo nos podría ir, porque no conocía absolutamente a nadie del medio periodístico.
-¿Tenias miedo?
-La verdad sí, estaba muy nervioso porque nos podría mir de la fregada. Pero con eso de que Magda, siempre ha sido muy positiva, me decía que nos iba ir bien y que tuviera confianza. “Charly, éntrale y échale muchas ganas”, me decía repetidamente.
-¿Y qué diablos se te ocurrió hacer?
-Pues resulta que, aprovechando mi posición dentro del Banco, llegaba a cualquier empresa y me presentaba como el “chipocludo” de las Relaciones Públicas del Banco, y como por arte de magia, se me abrían las puertas.
-¿El que no arriesga, no gana?
-¡Eso mero!! Así es que decidí ir a ver a Gustavo Alatriste…
-¿Por qué Alatriste?
-Es que me acordé que existía una revista llamada Sucesos para Todos, y que era mucho muy famosa durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial, por cierto, en la escuela tenía un compañero que se atrevía a refutarle al maestro y le decía: “No es cierto Maestro, porque la revista Chuchos -Sucesos-, dice otra cosa”.
-¿Querías escribir en Sucesos?
-Ah, pero si… ¿Acaso ya te sabes mi historia completa?
-Uy, esta bien, no se me enoje. Además, recuerda que estás enfermito…
-¡Yo estoy bien, jodidos los de enfrente!!
-¿Sobre qué ibas a escribir?
-Llegué a la oficina de Alatriste y cuando me recibe, me pregunta: ¿A qué se dedica usted? Total, le dije santo y seña lo que hacía en el Banco y me responde simplemente. “Muy bien, le hago una proposición. Véngase conmigo como mi secretario particular. ¿Cuánto le paga el Banco?” Apenas le iba a decir y me corta la inspiración con esto: ¡Lo que le paga el Banco, yo se lo doy!! Me dice que me presentara tal día y a tal hora, pero cuando llego en la fecha acordada y con la certeza de que iba por el empleo ofrecido.
-¿Cuándo menos diste las gracias en el Banco?
-Los mandé mucho a… porque no fui a renunciar. Cuando llego a la oficina de Alatriste, su secretaria me dice que no tenía idea de lo que le estaba hablando. Ahí me tienes de necio, tratando de explicarle que ya había hablado con él y lo que habíamos acordado. Un tanto confundida, me hace saber que Alatriste estaba en Argentina.
-Qué poca…
-Justo en ese momento, suena el teléfono…¡y era él!! Su secre, un tanto afligida, le decía que ahí estaba un joven y le hace la narración completa, en eso, alcanzo a escuchar cuando le grita por el auricular. ”Dile a ese pinche loco, que se largue de mi oficina. No sé quién chingados sea ni de qué me hablas, además, ¿yo para qué chingados lo quiero?”
-Pensaste… ¿trágame tierra?
-Pero resulta que, ahí, también estaba Patricia de Morelos, quien era la directora de la revista La Familia y actriz que había trabajado en la película El Ángel Exterminador, agarra el teléfono y le dice: “Oye Gustavo, no seas desgraciado. Yo estaba aquí cuando le dijiste a este joven, le prometiste y ofreciste. Así es que el joven se queda, vienes y te haces cargo de él”. Total, dice que no había ningún problema.
-A lo mero macho, ¿sentías que el mundo se te venía encima?
-Para qué te digo que no. Estaba a punto de soltar el llanto. A partir del siguiente día, me presentaba muy tempranito en su oficina. Llega Alatriste, se me queda viendo y me dice: “Así que eres tú” Es que señor… “No me digas nada. Vente conmigo”
-¿Le creíste?
-No me quedaba de otra y me sube a un enorme Cadillac cola de pato, dentro del coche, me dice que iba a ser su secretario particular. Para esto, déjame decirte que los únicos que tenían secretario particular eran los Secretarios de Estado y el Presidente de la República. Así es que empezaba a trabajar junto a un gran empresario.
-¿Cuánto ibas a ganar?
-Me dijo que serían 6 mil pesos mensuales, pero le hago saber que 8 mil o me iba porque no iba a ganar menos de lo que el Banco me daba, además, le dije que me daban vehículo -cuando no era cierto- y el Banco me pagaba 1,500 mensuales. Además, le dije que nunca había sido secretario particular de nadie y ni del diablo. Así es que le recalcaba que no quería que se diera por defraudado. Le dije claramente que iba hacer mi mejor esfuerzo.
-¿Qué cara ponía cuando le decías todo eso?
-Solamente, decía que estaba loco. Pero déjame decirte que Gustavo cuando manejaba, la pierna derecha la subía al asiento y manejaba solamente con la pata izquierda como desaforado.
-¿Qué pensabas cuando lo veías así y junto a él?
-Que ese pendejo me iba a matar.
-¿Cuál era en sí, tu actividad con él?
-Comencé llevándole algunos apuntes de todo lo que hacía y decía. Aunque no lo creas, me empezó a tomar toda la confianza del mundo
-¿Y si te dio vehículo?
-Me dijo que me iba a comprar un coche nuevo, pero luego cambio de opinión y me entregó la camioneta que era de la familia. Una combi de carga y llena de letreros de la familia Alatriste, estaba horrible la condenada, pero no me importó. Lo que yo necesitaba. era un transporte de mi casa a la revista que estaba en Camino al Desierto, lo que hoy, es Altavista. Para ese tiempo, ya vivía en las calles de Regina y Pino Suarez.
-Lo que debes a ver aprendido con Gustavo Alatriste…
-Tuve una vida muy interesante con este señor, la verdad, es que el tipo merecería un libro completo con miles y miles de historias y anécdotas.
-¿Qué hacías los fines de semana si ya tenías camioneta?
-Los domingos, con mi suegra y sus nueve hijos, llenábamos la camioneta de sillitas y nos íbamos de día de campo. No necesitaba más.
-¿Cuantos años duraste trabajando con él?
-Como ocho años, hasta 1966, cuando me llaman de Prensa Latina.

-Continuará-

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