ABANICO/ Los antifaces del populismo

IVETTE ESTRADA. En nuestro día a día es un vocablo recurrente que se emplea en diversos sectores para explicar errores, fanatismo y actos ilógicos. Sin embargo, es una figura camaleónica que se presta a ambivalencias. Así, se vale preguntar: ¿Qué es populismo?

Los políticos emplean la retórica populista como una señal a los votantes de que sus afinidades están con el trabajador común, no con las corporaciones o la élite más favorecida.

El populismo es un término que cambia de acuerdo a los contextos sociales y políticos. Su principal valor es la mimetización extrema. Así, trasciende las líneas partidarias en el ámbito político y suele cruzar de izquierda a derecha y viceversa a lo largo de sus carreras políticas. Esto es posible porque se trata de ejecutar acciones apoyadas por la mayoría de la población pero que en última instancia perjudican los intereses económicos de ese mismo sector.

De tal envergadura es la paradoja populista.

Así,  la retórica de los políticos latinoamericanos se inclina hacia la izquierda, a menudo más a la izquierda de lo que se sienten cómodos, para enviar un mensaje a los votantes de que no apoyan las políticas que benefician a la élite o las corporaciones ricas.

El modelo describe una sociedad que tiene una distribución desigual de la riqueza y está profundamente polarizada políticamente. En estos contextos, la mayor parte de la población favorece políticas y narrativas que benefician a los pobres y al ciudadano trabajador común.

Pero la “receta” de seducir a las mayorías no es tan simple: a cada ciudadano no le gusta cuando las políticas se alejan demasiado de su «punto de felicidad» ideal o de creencias políticas. Para explicar el populismo de izquierda, el modelo debe asumir que la mayor parte de la población prefiere las políticas de izquierda, como la inversión en bienes públicos y las medidas redistributivas.

En una sociedad polarizada como la descrita, muchos votantes pueden temer que un político tenga una agenda secreta de derecha, especialmente cuando les resulta difícil distinguir entre un candidato moderado y un candidato de derecha. En este contexto, se vuelve valioso para un político moderado señalar a los votantes que no tienen una agenda oculta de derecha. Para ello emplean una retórica populista y se mueven aún más a la izquierda del punto donde está su  propio punto de felicidad. Es una forma de señalar a un votante que no está a favor de políticas que beneficien a la élite.

Ahora, si un político de élite comienza a cortejar a los votantes más pobres, un político moderado responderá con una retórica aún más izquierdista. Pero a medida que el político moderado abraza a la izquierda, el político de élite eventualmente dejará de tratar de atraer a los pobres y nuevamente atenderá a su base: los votantes de élite.

En resumen: cuanto más se mueve el político moderado hacia la izquierda, más tira del político de derecha hacia la izquierda. Pero si el político moderado se mueve demasiado hacia la izquierda, el político de élite «se rendirá», y elegirá un punto de política más cercano a su verdadero punto ideal.

Entonces, la probabilidad de que prevalezcan las políticas populistas es mayor cuando la amenaza de un político que representa a la élite es mayor. Cuando hay un número desproporcionado de políticos provenientes de la élite o corruptos, se refuerza el populismo. Es un antifaz peligroso porque a la larga actúa contra las mayorías que enunció proteger.

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